8 may 2011

Isadora




 De todas las artes creo que la danza es la menos atrayente para mí, no entiendo, mi espíritu no es lo suficientemente selecto, mi testosterona anquilosada me impide apreciar en su magnitud este lenguaje, me considero un castrado de la expresión corporal. Mis conocimientos en esta materia son mínimos, hasta lo irrisorio diría yo, no conozco de bailarines ni sus nombres cuanto menos alguna referencia alojada en mi cerebro de pasada.

Cuando me visitó Isadora la otra noche no tuve más que sorprenderme ¿que me hizo soñar con ella?

Se presentó en una maravillosa escala de tonalidades grises, la cara blanca hasta un extremo morboso, Isadora tenía la mirada felina y los ojos pintados de negro; el rabillo de la unión de sus parpados se retorcía como áspid hasta las sienes, sus manos estaban frías y llenas de pulseras hasta el codo. Labios negros de cine mudo y un traje ajustado de lentejuelas opacas.

El tocado de escultura Decó tallado en bronce dejaba caer filigranas sobre su pelo cortado al flequillo, recto como una nueva Cleopatra, oscuro rayando en el azul de lo más profundo del mar.


Isadora quería comunicarme algo y lo hizo sin palabras, como solo una que danza podría hacerlo a su amante. Se metió en el  lecho a horcajadas sobre mí. Muslos rígidos ejercitados por el baile me atraparon de tal modo que la huida se hizo inútil.

Las cortinas de aquella casa del sueño se movían por la brisa, el rumor de una fuente en el patio y la premonición de luna llena en el cielo y antes de besarme me susurró su nombre en el oído, pues desconocía de quien se trataba. Toqué las lentejuelas con las manos ciñéndome a su cintura de bailarina, y el vestido subió solo hasta arriba, el tacto de las piedras en mis manos aún perdura.

Sé de actrices de cine de aquellos años, de pintores o autores pero ¿por qué la bailarina y su nombre en una materia tan desconocida por mi?


Esta tarde busque en la Wiki , su apasionante vida no me dice nada, no encuentro justificación para su visita ¿o sí? Mientras escribo parece que se fabrique en mi cabeza.


La otra noche desperté con un grito sin conocer a que temía ,durante el trascurso del despertar la respuesta al temor se esfumó dejándome el sueño un recuerdo de tacto de  piedras engarzadas en su vestido, el perfume de lo antiguo y de lo eterno, como siempre ha sido, en el cuerpo de una mujer. 

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