10 mar 2011

Charro de Acero III / La leyenda de Bala Plateada Jhon



  
                       


                                            Santa Fe
 
El templete de Santa Fe es un crucero de varios metros de alto en las puertas del desierto. Se toma de referencia como una de las entradas al infierno pues son pocos los que regresan del laberinto de dunas; pecadores todos, huyen de la justicia, las deudas o de ellos mismos. Al norte de la cruz una vieja mina abandonada hace de morada de un particular Caronte: el Charro de Acero.

Entre la vida y la muerte cuida su única posesión material; un recuerdo de cuando el tequila no se le escapaba por entre las costillas: el demonio de hierro que duerme bajo las lonas, dispara como cien hombres y los mata por igual.

-Aquí la tienes Plata, es con lo único que puedo pagarte- el charro permanece junto al armatoste y en su cara de calavera espera una respuesta del brujo de los dos revólveres.

El pistolero se pasea por entre las fundas comidas de polvo ; sables españoles , pistolas de un solo tiro , balas podridas de opio , una  raída bandera confederada manchada de sangre , dos esqueletos vestidos de gris y un escorpión del tamaño de una cabeza humana.

La ametralladora descansa en la cueva como un monstruo dormido rodeado de serpientes en forma de tiras; cartuchos anchos y curvos que abrazan el tubo de hierro en su contorno.

-Esta es la última ametralladora que podrás ver en muchas millas, el gobierno de los Estados, ahora Unidos, las confisca, no quiere saber nada de esta mata hombres después de la guerra. ¿Qué piensas hacer con esto?

Jack acaricia el yerro en su longitud.

- ¿Y tu que piensas hacer Charro?- pregunta el Plata siguiendo con la mano el acero del arma.
-Descansar.

En lo profundo de la gruta por un instante, el ronroneo de un gato repercute en las húmedas paredes de la bóveda. El azteca vuelve la cara de crápula hacia la oscuridad y el verde esmeralda de los ojos de de Leonora atraviesan la penumbra.

 -Yo la vencí una vez y su cuerpo mortal descansa enterrado en Villa Ana Charro, pero ¿Quién te librará de ella con toda una eternidad por delante?- Jack enciende lumbre rascando el fósforo en la ametralladora. Y el humo del pequeño cigarro se eleva en ráfagas cortas perdiéndose en el cielo siempre negro de la cueva.

- Estoy muerto carajo, ¿que puede hacerme?

El rugido se hizo entonces atronador. El puma le comió de nuevo el espinazo al charro que aun muerto, gritaba de dolor; sentimiento fantasma de un cuerpo que ya no tiene aunque los gritos eran muy reales.

Cuando se contrata al Plata se debe tener mesura, pues a veces el deseo se hace tangible y se implora por no haberlo ansiado.

-¿Me clavarás una de tus balas de plata en el corazón Jack?- Preguntó la suave y sensual voz de Leonora desde dentro del puma.
- En otra vida quizás.



Charro de Acero .
 A mi estimado camarada Sergio .  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sorprendente y acertado, creo yo, final que esta historia merecía, la he disfrutado. Espero que las continúes amigo Carontex, las seguré con interés así como el cómic. Saludos.
Tiroloko69

Anónimo dijo...

genial la forma en que narras, por ratos me asusto sobre todo la sola idea de mordido y comido nuevamente, esa aprtecita de "aun muerto el dolor..." eso si me asusto.
osito151065 un abrazo...!!!

Luis Antonio Santana dijo...

Oso un placer saber de ti de nuevo.Gracias por leer , un abrazo para tí también y los amigos de"escribe".

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