Podrían ser unas cuatro tipos, cinco si contamos al joven encima del tejado.
Disparó, disparó y disparó, recargaba como el demonio ; ajusticiaba como un ángel.
Los primeros cayeron sin percatarse de qué los mataba, corrió cruzando la calle principal se resguardó tras una puerta abierta y atinó al joven del techado, escupió en el suelo- un niño, se dijo - y entró en el saloon.
Levantó ambas manos con un revolver en cada una y mató de nuevo sin mirar.
-Mi dinero – susurró al oído del tipo sentado junto a otros jugando al poker.
-No están todos muertos Pantano, te falta el jefe.
-Ahora si – y le cortó el cuello al jugador con un cuchillo de caza- él es mi cliente ¿cierto Gobernador ?...repito…mi dinero.
-Tenga su dinero y márchese, es usted un asesino- le espetó el Gobernador.
-Gracias.
-Ha llenado la calle de muertos, mi sobrino…es usted un demonio, solo quería al último.
-Los últimos serán los primeros. Créame hermano sé de lo que hablo.
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-¿Tienes tiempo?
-Todo el que quieras.- Pantano miró al extraño rubio de arriba a bajo. Un tipo alto, demasiado alto, casi albino , que parecía sentirse incomodo dentro de sus pantalones, le colgaba un artilugio de la cintura parecido a un arma, cobrizo y brillante.
-¿Qué es eso?
El rubio desenfundó el aparato, de este salía un tubo articulado que se colaba en su espalda. Apuntó al espejo tras la barra del saloon y al instante quedó manchado de blanco, congelado, cayó en trozos sólidos como adoquines.
-Eso tendrá que pagarlo amigo – se pronunció el barman, asomando la cabeza por la trinchera de madera.
-Solo quiero algo que harías gratis pero yo te pagaré. Bala Plateada...
-No sigas, no pronuncies ese nombre, ya estás muerto rubio.
-Te aterra…
-No sabes lo que hablas, mientas a la muerte. Tú no conoces, tú no sabes nada rubio.
Pantano comenzó a temblar , recordando , estrujando su cerebro para saber como era antes , antes de que él entrara en su cabeza y lo volviera loco, antes de babear como un perro pidiendo comida.
-Ese…ese monstruo me tuvo encerrado un mes.
-Eres un tipo duro Pantano un hombre de las montañas, te asusta un viejo.
-Un mes entero, cada noche entraba en el refugio, sin hablar, solo me miraba.
Se metía en mi cabeza, mataba mi alma, me sentí muerto. He visto el infierno forastero y no se parece a la puta mierda que hablan los curas, aquello es, aquello es…
-Me llamo Noslok, tengo mucho dinero, tanto como para comprar todas las almas que quiera, incluida la tuya, estás salvo Pantano, yo te enseñaré a matar al viejo.
1 comentarios:
Te estás desatando Carontex jajaja, muy bién, esto es lo que esperaba leer en las aventuras de Bala Plateada. El argumento de esta historia se está convirtiendo en una olla a presión a punto de reventar y hace que el lector (al menos en mi caso) quiera más y más. Un saludo.
Tiroloko69
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