17 jul 2011

El tren II Parte continuación / La leyenda de Bala Plateada Jhon



Quedaron a sus espaldas los gritos del gordo Tom lamentando su suerte y continuó por el pasillo entre tubos niquelados, escapes de vapor, válvulas doradas y engranajes ocultos; el siseo de ofidio, la señal del vapor que movía el tren numero nueve hacia vibrar las paredes forradas de rojo. Se sentía vigilado, su captor se aseguró de que podía librase de los grilletes lo quería vivo y en lucha; un experimento con él como animal de pruebas.
Puertas cargadas de magia se abrían a su paso sin que los raíles se vieran, encapsulado el tren poseía un continuo propio, una larga marcha de metal agusanada, blindado al exterior, las vías de escape estaban pues cerradas a la fuga. La velocidad de la maquina, al contraste con el paisaje que raudo se marchaba por las ventanas era endiablada, anormal en un transporte de estas características.

Gemelos Pinkerton

Hubo un día que todos prefieren olvidar salvo en las frías noches del Klondike, cuando los buscadores asustan a los aventureros novatos junto a la hoguera empapados en alcohol. Gritos de niños que compiten con los aullidos de los coyotes,  despiece de miembros y  muertes en masa hicieron de esta leyenda truculenta todo un cuento de horror.

Ese fue el día que los Pinkerton aparecieron a las puertas de Secano County, nunca más se habito el condado. Venidos de otro mundo, delgados, cadavéricos y letales los hermanos se mueven en ese terreno confuso entre la realidad y la ficción donde lo terrible es tan difícil de aceptar que se prefiere falso

Los Pinkerton no hablan, jamás , solo sus armas.




Estaban allí desde siempre, esperando su llegada, unos fragmentos del lujoso mobiliario de los vagones, estáticos y mudos, fundidos, hechos uno con el tren, todo formaba parte del engranaje, de la maquinaria que corría ahora por entre las dunas salvajes: manchas amarillas en fuga del peligro por llegar.

Como parte de un ciclo mecánico los gemelos desenfundaron al unísono, diestro y zurdo, una de las pocas diferencias que les separaban, y las rehagas llegaron por ambos lados, se retrepó tras el sillón de terciopelo y las balas pasaron tan cerca de su cara que llego a verlas. Los Pinkerton recargaron los revólveres.



Ataque al reflejo Pinkertón en tres fases.

1: Rodar por el suelo hasta los pies de Samuel Pinkertón, cortar tendones a diez centímetros por encima de los tobillos, el movimiento reflejo hace que las muñecas se liberen, los revólveres caen, se toma las armas en el aire, Bala Plateada está ahora armado. Remate de Samuel, un solo proyectil en la nuca.

2:cubrirse, rodar, la lluvia de plomo de Tobías Pinkerton es imparable, la muerte de su hermano parece dibujarle en la cara algo parecido a un sentimiento humano. La estancia es demasiado pequeña como para ocultarse por mucho tiempo. Los enseres están  destrozados en astillas y el vapor escapa de tubos escondidos en las paredes, el vagón se llena de niebla.

3: Tobías busca al Bala entre las volutas blancas. Dos disparos y los revólveres vuelan de sus manos. Tobias encuentra a Jhon justo enfrente de su cara, una aparición tan inquietante como el mismo. La silueta negra del rostro se difumina entre escalas grises de nubes, el reflejo de los ojos claros, la mirada del cuervo.

-Nunca hablas Tobías, ni una maldita palabra, no entiendo el por qué.

La niebla se despeja, escapa al siguiente vagón por la puerta que ahora se abre. Los hombres se miran encarados y el tiempo se detiene

- Si te dejo vivir ¿Qué clase de monstruo serás ahora sin tu hermano?

En uno de los revólveres, ahora de Jhon, queda una sola bala enfrentada con el cañón, el pistolero lo sabe, la bala esperaba este momento en la ruleta del azar.
Con parsimonia el brujo entrega el arma a Tobías Pinkertón que lo toma con la siniestra.

Jhon camina hasta el siguiente coche, sin volver la vista atrás, el último disparo en el Vagón Pinkerton se llama suicidio.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena historia, queremos más!

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