11 jun 2011

Deckard , Carontex y el viejo de la camisa de flores.

                                                                                                
Hoy he soñado de nuevo con el viejo de la barba blanca y no era Santa Claus. 

Ataviado con una estridente camisa de flores, los ojos caídos y lentitud en la sonrisa, se mecía al ritmo de Paganini mientras me miraba desde el techo, entre las manchas de humedad y el reflejo de la luna en la claraboya.

El anciano me invitaba a salir de aquella covacha llena de Keppel que es mi cubículo, dejar la cama deshecha con la huellas de mi cuerpo y abandonarme en las calles del Nuevo Los Ángeles. Le presto atención solo por esta noche y me abandono a la marcha sin destino, como tantas otras almas de aquí, como otras figuras de pasillo en la nocturnidad alevosa de los callejones.

Atraco en Metropol cruzando la esquina del Bradbury para ver al amigo Perez Prado, o mejor dicho su replica que es como si fuera Prado pero más joven, con el cuello almidonado de ganso y la sonrisa de negro de Jazz.

-Te buscan, un tipo de gabardina , creo que es un madero pero tú eres serio Deuterio o ¿no? - me mira el negro con soltura elegante.

Suavemente tras sus espaldas, Lilia, felina, se encamina a la pista llena de lentejuelas azules y el Mambo se viste de mujer.

-Deuterio Caronte es serio como un palo Prado, no tengo cuentas con la justicia, tan solo un sueño pendiente con un viejo con una blusa horrible.


Prado me señala al tipo de la gabardina que no conozco de nada.

Me siento junto a él, me acerca un Jackie Negro. La copa me espera pero los hielos están enteros.

- Sueñas con él – espeta a bocajarro
-¿Cómo lo sabes?
-Tan solo lo sé y hace chocar su vaso con el mío.
-¿Es Dios?- le pregunto irónico
-¿Con camisa de flores y música de Violín diabólico? – mira a un lado y otro hasta que fija la vista en Lilia, se queda absorto en su figura durante un par de segundos.
-Escribe eso lo sé; Siempre me mata.

Continuamos bebiendo como si nada. La lluvia acida empapa los cristales de Metropol, el ambiente se carga de estática y brumas de nicotina.
Decido marcharme sin mirar atrás después de la actuación, agarro el vaso y me lo llevo, lo levanto en alto en señal de despedida. Me apetece seguir los dictámenes del sueño,pasear en la lluvia, olvidarme de este tipo.

-¡Amigo! me llamo Deckard, no lo olvide, puede dejarme un mensaje en el contestador Prado tiene mi numero.

No contesto y él lo espera así.
Salgo a la calle, permanezco quieto, como posando, mirando al frente. Por un instante puedo verlo, parapetado tras el cristal de esta realidad voluble, tecleando en la maquina.Ansioso por los acontecimientos.

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