7 dic 2010

La luz más bella

Saco de huesos  http://www.sacodehuesos.com/ organiza desde hace tiempo antologías dentro de lo que ellos llaman Genero Fosco , una mezcla curiosa de terror centrada en la ambientación en el misterio y cierta aura maléfica , lo mejor es visitar su Web para enterarse correctamente de este nuevo genero.
La última recopilación de relatos estaba centrada en la Peste y como ya me informé de mi “no selección” os puedo mostrar el trabajo que hice en este caso.

 La luz más bella

Llegó en olor de Santidad; tomillo fresco, jacaranda y espliego, perfumes de primavera se arremolinaban tras su sayo. Cuentan que el bosque que cerca la aldea se abrió en canal mostrando una lengua de flores amarillas por la que Janus se presentó.

Estos signos, apósitos hilvanados por el tiempo, se cosieron después de su marcha, cuando su nombre era ya leyenda. Lo cierto es, pues yo estaba allí para verlo y aunque viejo mi memoria permanece intacta, que aquel hombre se descubrió y la tonsura cercaba un cráneo perfecto sin mácula alguna, los dientes de aquel rostro nunca se vieron tan níveos y cuando las manos enseñó al mojarlas con el agua de la fuente, fuertes y nudosas, se descubrieron tan vírgenes en las tareas del campo como las de una doncella palaciega. El tajo de su sonrisa en su faz de querube resplandecía al santiguarse, aquel rostro sin duda contempló al Creador en persona, tal era el fulgor y la viveza de las lagunas azules que eran sus ojos.

Yo estuve allí para verlo te digo, y por eso tan solo mi ser conoce su verdadera naturaleza: el albor más hermoso.

 Se mostró ante mí y como prior de nuestra pequeña comunidad le encargué tareas de mantenimiento pues pocas limosnas serian para nuestra iglesia de una comarca tan pobre. Bierns es tan hermoso como miserable, teníamos poco con lo que comerciar...salvo nuestras almas.

El invierno se avecinaba duro, el granizo maltrató la cosecha en el estío de tal forma que tan solo pudimos usarla como abono, se avecinaba hambruna en la comarca. Los caballeros marcharon en busca de gloria a Tierra Santa y nuestro Duque moría en vida ante la enfermedad de su hija Floriana, desvalidos nos vimos por fuerzas mayores, las primeras nieves rebasaron y encomendamos nuestras almas al Señor.

Enseguida empezó su quehacer. Durante el breve descanso al mediodía nunca faltaba su apoyo, un brazo tendido, un cazón de agua fresca. Pronto los enfermos supieron de Janus y sus oraciones. Las casuchas se derruían de puro viejas y con los mozos en la guerra o atareados en el castillo de nuestro señor Segismundo poco podíamos hacer aparte de morirnos de hambre. Él compuso techumbres y establos, cortó leña y atendió a los niños pequeños.

Esta última tarea en especial le hacia más santo a nuestros ojos, le adoraban, con esmero les relataba las parábolas de nuestro Señor de una forma tan inocente y candida que los mayores dejaban toda tarea. Como mansos corderos se tornaban los fieros y ya niños de nuevo besaban su mano como si fuera un obispo.

Después de todo un pequeño remanente de trigo salió adelante, el cuero repujado de Bierns, muy valorado en los mercados, se almacenaba en las alacenas para pudrirse junto con el grano en el silo. Las montañas, nuestra salvación ante posibles enemigos, pactaban con la nieve cerrando el paso de la comarca, aislándonos de todos.
Solicitamos auxilio al Duque, deprimido y ausente por la extraña enfermedad de su hija a apenas nos prestó atención...Janus se acercó a Segismundo, aquel que llaman el bastardo.

- Dime que quieres monje, pues nada tengo de valor salvo ella – era una súplica no un mandato, Segismundo suplicaba a un simple fraile.
- Señor Segismundo voy a implorar a Dios, tan solo eso.

Se arrodilló ante el tálamo de la joven y sin perder la expresión de constante éxtasis en su rostro, interpretó su burla, el teatro de los muertos, la mayor chanza que se pueda hacer a nuestra institución: Rezó, suplicó por todos nosotros y puedo jurar que en ese mismo instante el rubor tornó a las mejillas de Floriana y los bulbos sangrantes de su garganta remitieron en pequeñas pústulas apenas perceptibles.

Conseguimos la ayuda del Duque y no fueron esas las únicas maravillas atribuidas a nuestro hermano. La guardia personal de Segismundo no dudó en apalear nieve, con ellos y unos cuantos hombres de la aldea abrimos un paso. La gracia de Dios suspendió al ocaso por unos minutos y quiso nuestro Señor que el Sol saliera durante los días de trabajo, acelerando así la llaga abierta en el Valle.

El revuelo que causo Janus con el tiempo fue decreciendo, percibimos las cosas como son y dimos por sentado que un ángel de Dios poso sus alas en Bierns para quedarse, en verdad ignorábamos lo que este pensamiento tenía de cierto.

Contentos con nuestro santo local no escuchamos, no quisimos saber lo que mas allá de las montañas tendría que cambiar el mundo. Nos llegaban noticias lúgubres, presagios de una gran epidemia que mantenía en guardia a vasallos y señores; nuevas amortiguadas por el momento feliz que Janus parecía propiciar con su persona. En unos meses lo que creímos cuentos de viejas se confirmó en verdad absoluta. Caravanas de muertos llegaron, sangrantes pústulas, cuerpos contrahechos, marcas indelebles de la Santa Muerte. Sin duda estas personas ya no eran de este mundo, bamboleantes y cansinos rodeaban el Ducado sin mirar a nadie, sus ojos estaban vueltos al interior, al averno, tenían ya un sitio guardado para sus almas y el leviatán permitía que sus cuerpos pasearan por nuestro amado pueblo. La Peste se hizo carne.

En esos duros años la comarca se tornó en talismán, un arcano Sagrado e inexpugnable. Bierns se mantuvo impoluto durante la plaga .Las viejas enmudecían al paso de Janus, se santiguaban y miraban al cielo, la muerte pasa de largo por que Él está aquí. Durante cuatro años mortales para el continente nuestro paraíso abastecía de trigo a comarcas cercanas e incluso exportamos excedentes, se llenaron las arcas de nuestro señor y ya los mozos no escapaban a la guerra pues la Negra se encargaba de recaudar el número suficiente de ánimas en el otro mundo, tras el paso de las colinas.

Pero mi ser no permanecía tranquilo, calculaba una maldad, una herejía en la cabeza, daba miles de vueltas dentro de mí. No conseguía asesar como alguien tan perfecto como Janus podía respirar el mismo aire que los demás mortales en este Valle de Lágrimas. Dios no puede permitir tal exceso ¿Qué pecado albergaba Janus? Ninguno, solo dos posibilidades se admitían dentro de mi fe: Janus es Santo y por tanto no somos dignos de rozarnos con su hábito si quiera ¿sería posible tal circunstancia? Tuve que observar, someter a Janus a mi propio examen, mi obsesión tenía que tomar consistencia, pues la segunda probabilidad tan solo de imaginarla me paralizaba el cuerpo y la mente, obcecándome de tal forma que ya mis extremidades se tornaban ramas viejas que al solo roce se fragmentan de puro terror.

Me escondí entre las balas de trigo prensado y comprendí, atesoré aquel suceso en lo más hondo pues son los pequeños hechos los que despejan las grandes incógnitas, mas me hubiera volverme sordo y ciego.

El sol se encontraba en lo más alto, los hombres aventaban el grano, las mujeres apalizaban la ropa en el lavadero; cantos de mozas en esta hora sagrada del ángelus, rumor de aguas heladas que bajan de las montañas, trino de gorriones apabullados en busca de granos sueltos, maitines de Bierns y viento del norte que expande el humor de los vivos...Janus se rodea de niños, los pequeños discuten.

- ¿Qué llevas en esa mano? – Janus contemplaba la escena, sonriente y apacible.
- Que te importa – replicó el niño a su amigo.
- ¡Ábrela! abre la mano Tomás.

Tomás permanecía con el puño agarrotado, grana de sangre presa.

- ¿De verdad lo quieres ver?
- Claro que sí.

Tomás despejó el puño cerrado como baúl, y allí en la palma el gorrión muerto marcaba de plumas la piel desbrozada y sangrante, el pico ocre clavado en el hueco que forman los dedos al cerrarse buscando aire mientras sus tripas se vienen del revés.

Janus se limitó a posar la mano derecha en la testa del verdugo en señal de bendición. Escondido entre la paja temblé y recé a nuestro Dios encomendando mi alma.

Aquella cabeza alba se giró, las perlas azules de sus ojos se hincaron en los míos, sollocé en silencio.

- ¿Qué eres tu Janus? ¿A quién sirves? - Le pregunté en un murmullo apenas audible retrepado tras las espigas, acurrucado el cuerpo entre los brazos. El se acercó escoltado por los chiquillos.
- Dímelo tú prior, pues quien ahora te contempla lloroso como los niños que me siguen cuando son reprendidos, tan solo se considera un simple fraile y acaso ¿no servimos ambos al mismo Dios? - las palabras escapaban de su boca mas esta no se movía, labios cerrados y tono martilleante en mis sienes.
- ¡Vade retro demonio! , aparta de mí tus ensalmos.

Las carcajadas sonaron mudas y opacas, solo los críos y yo pudimos oírlas. Los mayores continuaban con sus labores, los rayos del Sol seguían calentando, y el Ave Maria de las jóvenes en el lavadero revoloteaba en el aire.

- ¿Así que eso crees? , un mero demonio, que inocente, Maese Juan, - y mi nombre en sus garganta cerrada sonó distinto, hablaba de mí pero no ahora, hablaba de mi persona en pasado y en futuro al mismo tiempo, como si este monstruo pudiera ver las almas, lo que fuimos y en lo que nos convertiremos- en verdad te presagio buenas nuevas, eres buen hombre Prior, no deberías temer.


Después de esta frase no pronunciada se marchó cogido de la mano de los cachorros que el amamantaba, pues ya solo veían por sus ojos, tocaban por su blancas manos de virgen y escuchaban por sus oídos de animal felino, atentos a las vibraciones de nuestros corazones, listos para atacar como animales de presa.

Quiero ver sangrar mi cuerpo y morir en un par días, notar los bulbos en mi cuello, anuncio de la muerte más honrosa enviada por nuestro Señor, la expiración de los cristianos que no se dejaron tentar, pero él no lo permitirá, necesita un testigo, un valedor de su Santidad que perpetúe, con el paso de los tiempos, lo que en Bierns ocurrió. Que mejor gloria para Janus que residir en los altares.

Con su marcha Floriana enfermó de nuevo y ahora yace en el mismo sepulcro que su progenitor. El paso abierto en el valle está cerrado otra vez. Los niños observan como ancianos a sus padres, una mirada tan oscura como la de las alimañas, esperan, solo aguardan su momento pero nada importa. Janus es Bendito a ojos de los demás.

Cuando partió, te digo, pues yo estaba allí para contemplarlo, solo mi alma pecadora y el Altísimo; las ramas se apartaban a su paso, el aullido del lobo resonó en pleno día y el Sol brillaba más fuerte que nunca como aquella vez entre las balas de trigo fresco. Aún tuvo a bien dedicarme una de sus sonrisas , volvió el rostro y al bajar la casulla el cabello dorado le tapaba la frente , abrió la boca y se mostró durante un momento como lo que era ,  exponiendo su dentadura de animal y  los luceros azules , rajados en las cuencas a la  manera de los gatos , refulgentes  como teas. Bello en su forma después de todo.

Nuestra salvación es nuestra condena, pagaremos el tributo de albergar lo maligno, de no apreciar lo que teníamos delante de nuestras caras, de no poner remedio. Dios lo sabe y es justo pues que se nos castigue por permanecer intocables a la Peste, nuestras almas están condenadas. Cuando lleguen los nuevos tiempos Bierns será conocido como el lugar donde la luz más bella descansó.

La luz más bella por Luis Antonio Santana. 18/10/10

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